Anda el politiqueo harto preocupado por
eso que una sociedad cansada, estafada y explotada importó de la
Argentina,. Como “escrache” lo bautizaron en los 90 allá donde
el español más que en lengua se tornó en belleza. Harto
preocupados, los políticos mandaron presto a sus más fieles voceros
a denunciar lo antidemocrático de la importada protesta. A quién se
le ocurrió eso de ir a molestar a sus señorías para que unos
cientos de miles pobres infelices no tengan que dormir al raso y aún
deberle su vida al banco. De paso, trasladada la denuncia, se
aprovecha, para en lo posible desacreditar a aquellos que dejan
momentos de su espacio vital en ayudar a otros a mantener, a proteger
su techo. Y así, amigos míos, descafeinar todavía más la
Iniciativa Legislativa Popular para la aceptación de la “dación
en pago”.
A quién se le ocurrió, que mediante el griterío y el
disturbio se podría presionar a sus señorías para, en este caso,
favorecer a los pobres infelices, a su ciudadanía. Por favor, que
alguien, llame a esos escrachadores y les diga que con tal
antidemocrática actitud nada, jamás, conseguirán. No sean toletes y
dejen de gritar, hagan colecta, ciérrenla en sobres, y repartan, que
así, quizá.
Ponía la televisión nuestro amigo
Artiles, y a los voceros del sistema vio refunfuñar de lo feo que
era eso del escrache. No se podía tolerar. Y Artiles pensó. A ti,
Soraya, te persiguen pobres para no perder su casa. A mí, a Artiles,
me persigue el mes desde que empieza. Me persigue la luz que no para
de subir. Me persiguen tus euros por receta. Me persigue tus tasas de
la universidad. Me persigue la hipoteca y todo lo que es gastar
también o me persigue o me perseguirá. A mí, a Artiles, me
persigue todo, menos el trabajo. E igual nos pasa a mí, a mi mujer y
a aquel pobre que ves más allá.
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