miércoles, 16 de marzo de 2011

Cielos privados

El agua, el agua que desde el mar viaja a las nubes y desde allí se precipita contra nuestra tierra, el agua que corre por barrancos y aljibes, el agua que por valles y montañas se filtra, el agua que en pozos y galerías se posa, toda esa agua, hoy en Canarias es privada
El aire, el viento que con nombre de alisios moldea nuestro país, los alisios que nos permiten tener un clima único en el mundo, los alisios que ayer movían molinos de gofio y hoy de energía, el aire, el viento, los alisios, la energía, hoy en Canarias es privada.
El cielo, el cielo al que nuestros ancentros miraban, el cielo al que los primeros canarios clamaron por agua o lloraron por muerte, el cielo al que ahora observamos con los más desarrollados telescopios, ese cielo también hoy en Canarias es privado.
Y es que España, la dueña y señora de nuestro mar y de nuestro aire, privatiza nuestro cielo. España deja en manos privadas el cielo de Canarias. El cielo por el que nos conectamos con el exterior, el cielo que nos permite traer nuestra principal fuente de ingresos, ese cielo será gestionado por empresas privadas arrebatando a los Canarios un sector fundamental para su porvenir, quedando nuestro pueblo, aún más si cabe, a expensas de los intereses de empresas extranjeras. Y mientras tanto los representantes de nuestros caciques, nuestro gobierno, alarmados por una mera convocatoria de huelga. Prima llenar hoteles mañana sobre la potestad de nuestro cielo. Si nuestra agua, nuestro aire y nuestro cielo hoy no es nuestro, qué nos quedará mañana.



Extracto del genial poema del maestro Pablo Neruda.

ODA AL AIRE, Pablo Neruda   


Andando en un camino encontré al aire,
lo saludé y le dije con respeto:
Me alegro de que por una vez, dejes tu transparencia,
así hablaremos.
El incansable, bailó, movió las hojas,
sacudió con su risa el polvo de mis suelas,
y levantando toda su azul arboladura,
su esqueleto de vidrio, sus párpados de brisa,
inmóvil como un mástil,
se mantuvo escuchándome.
Yo le besé su capa de rey del cielo,
me envolví en su bandera de seda celestial
y le dije: monarca o camarada,
hilo, corola o ave, no sé quién eres,
pero una cosa te pido,
no te vendas.
El agua se vendió, y de las cañerías en el desierto,
he visto terminarse las gotas,
y el mundo pobre, el pueblo,
caminar con su sed tambaleando en su arena.
Vi la luz de la noche racionada,
la gran luz en la casa de los ricos.
Todo es aurora en los nuevos jardines suspendidos,
todo es oscuridad en la terrible sombra del callejón.