jueves, 11 de agosto de 2011

El tiempo que no pasó


A poco que escarbamos en las entrañas de nuestros barrios, de nuestros pueblos, nos encontramos con historias de duro trabajo, de miseria y de migrados. Si hay un hecho social que abarca bastante de la historia reciente de nuestro país, ese hecho de la emigración. Migrantes que habidos tan solo de miseria, fe y esperanzas partieron para nuestro verdadero continente. La emigración a América caló tan hondo en la ideosincracia nacional del canario que sin ella no se entiende nuestra más arraigada cultura, desde el punto cubano en lo musical, los cuentos de Pepe Monagas en lo humorístico hasta los Indianos en los festivo.

Como no podía ser de otra manera, las sucesivas crisis en la estructura económica de Canarias fueron las que hicieron invitar a una parte importantísima de nuestro pueblo a coger la maleta. Primero la crisis de la cochinilla a finales del siglo XIX y más tarde la posguerra española fueron los dos hechos históricos claves que hicieron que muchos de nuestros hombres y mujeres se vieran casi obligados a buscarse las judías a miles de kilómetros al oeste de nuestro país.

Muchos fueron los canarios que sufrieron el desarraigo de la inmigración, tanto el que se iba, como la mujer e hijos que quedaban vieron como a su miseria se le sumaba la obligación de la lejanía. El inexorable paso del tiempo ha hecho que cada vez queden menos de estos canarios, aunque muchos son los hijos de estos migrados que todavía viven el recuerdo de la miseria que arrasó durante gran parte del siglo XX nuestra tierra.

Una superviviente de la pobreza que vivió nuestro país es doña Josefa Morales, vecina de la capital grancanaria. Josefa a sus 97 años, sin apenas poder moverse de su estampado sofá no solo ha vivido en carnes propias los más paupérrimos tiempos de nuestra tierra, no solo eso, Josefa, hoy, 11 de Agosto de 2012 lleva 12 días sin recibir su indispensable ayuda a domicilio a la espera de que técnicos de la administración consideren su sobrepasa el límite de dependencia necesario para seguir recibiendo la prestación de servicios que se le venían prestando. Josefa no solo ha sufrido el hambre del pasado, sino que hoy sufre la putrefacción del sistema que asola a Canarias. Un sistema que no es capaz de prestar ayuda a una anciana de 97 años. Quizá, Josefa piense hoy que esta Canarias no es tan distinta a aquella mísera Canarias que hizo emigrar a sus amigos y familiares. Josefa, quizá siente hoy que por esta tierra nunca ha pasado el tiempo, que estamos como ayer.