En este mundo de ceros y unos, al común
de los mortales, abuelas fuera del tiesto, se les volvió extraño
aquello de la cartilla. Sí, aquella libreta que nos servía para
contabilizar los ahorrillos metidos en el banco o la caja. Sí,
aquella libreta que te servía para que el periódico deportivo de tu
equipo de fútbol favorito te regalara la bufanda, el pijama, la bata
o la taza con el escudo de tu escuadra preferida. Aquella cartilla que tanto valía para conseguir la vajilla de Pepe Dámaso de la "Provincia", como para que tu madre, novia o jefe te la leyera. Aquella cartilla,
que periódicamente hubo de firmar todo hijo de vecino para seguir
cobrando el paro, que más que paro, se convirtió en un “me
paran”. Sí, aquella cartilla de la seguridad social, cartilla de
la que todavía perdura el antiguo concepto del asegurado,
concepto que si bien con el paso del tiempo fuimos olvidando, con las
recientes reformas de la ministra de sanidad, Mato, hemos ido
readaptando.
Y En este mundo de ceros y unos, donde
la búsqueda de trabajo se nos ha vuelto más estrafalaria que un
mogollón en la CICER. Yo, humilde escribiente, imploro a Rajoy y a
los suyos, que recuperen aquel bello concepto de la cartilla. Y sí,
que a todos, uno por uno, nos dé la nuestra, la cartilla de racionamiento,
pero que no solo nos racionen la comida, sino también la golfería,
el chanchulleo y el menudeo de no solo quien nos gobierna, sino de
los que verdad mandan, los que nos exprimen, saquean y explotan.
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