miércoles, 17 de julio de 2013

Señor Canchanchán


Coche de altísima gama, tornando a la derecha en el mismo Colón, subía por la Génova hasta llegar a su número 13. Espere aquí, le decía a su chófer, el canchanchán de turno que raudo bajaba del auto, mientras, su servil conductor hacía ademanes de asentimientos.

Entraba el canchanchán bien engominado. Bien afeitado y también, bien conocido, tanto que Loli, la de la puerta, ni siquiera se inmutó cuando cual estruendo sonó el arco de seguridad. Espera el canchanchán el ascensor. Cruzan con él mirandas. Antes eran saludos.

Subía aquella máquina alemana veloz al piso equis. Con fuerza abrió la puerta del ascensor el canchanchán. No María, no llames nadie, le decía a la secretaría mientras ésta se levantaba del sillón intentando que el señor Canchanchán no entrara en los aposentos del jefísimo sin pedir permiso. Qué para algo estaba ella allí, coño.


Hola Mariano. Me conoces. Soy el canchanchán. Quieres juego. Vamos a jugar. Gritó exasperado, el señor Canchanchán.

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